Palabras de espiritualidad

Breve descripción de la vida y virtudes del monje

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

El versículo de los Salmos que dice: “Mira mi humildad y mi sacrificio, y perdóname todos mis pecados” es el resorte de todos sus movimientos.

La renuncia al mundo y el aislamiento, como primeros pasos, son, al mismo tiempo, un testimonio práctico de quien se arrepiente con sinceridad, porque demuestra con sus hechos que quiere alejarse de su anterior vida de pecado y es algo impuesto por la misma voz divina a aquellos a quienes llama a enrolarse en la vida virtuosa y agradable a Dios. “Por tanto, salid de entre ellos y apartaos, dice el Señor. No toquéis cosa impura, y yo os acogeré. Yo seré para vosotros Padre, y vosotros seréis para Mí hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso. [1]Apartándose de las causas del pecado, el monje deja de acumular otras faltas y se preocupa por borrar todo lo anterior, a lo cual lo guía el reconocimiento de sus faltas y la compunción de corazón que proviene del arrepentimiento. El amor total al trabajo, como contrapeso al amor pecaminoso al placer, le da una conciencia aún más profunda, y todos sus actos y pensamientos están atados al sufrimiento voluntario.

Una premisa absolutamente necesria es el alejamiento de la vida contraria a lo natural, a la cual pertenece por completo el hombre viejo, mismo que desea negar con todas sus fuerzas y avanzar a una vida nueva, esa que el Señor nos indica en Sus divinos mandamientos. Amante del esfuerzo,  austero, manso, humilde, obediente, casto. Especialmente, las últimas dos virtudes caracterizan las principales cualidades monacales. Fiel a los consejos de su padre espiritual, lucha incansablemente “para que no le falte ninguna” de las santas virtudes. Y es que está convencido de que solamente después de obtenerlas podrá escuchar el feliz llamado de nuestro Salvador: "¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor” [2]Y esto constituye el objetivo esperado de la santidad.

Así pues, no es correcto que el monje sea acusado, por parte de quienes desconocen en qué consiste la vida monacal, de ser un perezoso o uno que ha caído en el engaño. No hay nada en su vida que se ajuste a tal señalamiento. Aunque la vida monacal tiene sus formas y estadios particulares, ninguno de ellos se caracteriza por el individualismo o la indolencia. Las privaciones físicas son su labor necesaria e incesante, sea para obtener lo que es necesario para el cuerpo, o para resistir en la lucha espiritual en contra de la maldad en sus diversas formas, por una parte, o también para obtener las virtudes. El versículo de los Salmos que dice: “Mira mi humildad y mi sacrificio, y perdóname todos mis pecados” es el resorte de todos sus movimientos.

(Traducido de: Gheron Iosif Vatopedinul, Cuvinte de mângâiere, Editura Marii Mănăstiri Vatoped, Sfântul Munte, 1998, traducere de Laura Enache, în pregătire la Editura Doxologia)

[1] II Corintios 6, 17-18

[2] Mateo 25, 21.

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