Busca a Dios en ti mismo y háblale de tus necesidades
Si dudas de que vas a obtener lo que pides, recuerda que para Dios todo es posible y que Él te puede dar lo que sea, a excepción del mal, que es atributo del demonio.
Si quieres orarle al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, al Dios Trino, no lo busques afuera de ti. Al contrario, intenta verlo en ti, viviendo en tu interior, como si morase en tu corazón y te conociera perfectamente. “¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (I Corintios 3, 16); “Estableceré mi morada en medio de vosotros y no os rechazaré (...) ¿Me pasearé en medio de vosotros, y seré para vosotros Dios, y vosotros seréis para mí un pueblo” (Levítico 26, 11-12; comparar con II Corintios 6, 16, 18). “Señor, Tú me has examinado y me conoces”, dice David (Salmos 138, 1).
Si dudas de que vas a obtener lo que pides, recuerda que para Dios todo es posible y que Él te puede dar lo que sea, a excepción del mal, que es atributo del demonio. No olvides que el mismo hecho de pedirle a Él se convierte —en lo que a ti respecta—, en una firme garantía de que se habrá de cumplir tu petición. Yo, como humano, podría dudar, quizás, de que pueda hacer algo que me he propuesto. Para el Señor, sin embargo, todo es posible, porque en Él la sola intención se vuelve ya realidad, si Él así lo quiere. Pero también con nosotros puede ocurrir lo mismo, que nuestras palabras, al elevar una petición, comprendan en su interior, virtualmente, la obtención de eso que pedimos.
Junto al Señor, que es Verbo, para cumplir tu petición, trabaja el Padre-Creador y el Espíritu Santo-Realizador. Agrega a las posibilidades de obtener lo que pides la infinita bondad de la que el Señor se nos muestra como Fuente inagotable, como la misma Existencia y como Aquel que hace que todo exista. Él es el Dios de los dones, de las misericordias y de las clemencias. “Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá” (Mateo 7,7). Agrega, además, la sabiduría de Dios, Quien, cuando da, sabe elegir para nosotros lo mejor y lo que se adecúa correctamente a nuestro estado espiritual físico. No obstante, a ti se te pide la convicción fuerte e inalterable de que Él puede cumplir con tu petición, con la condición de que esta sea de beneficio y se trate de algo bueno. “... vuestro Padre celestial dará cosas buenas a quien se las pida” (Mateo 7, 11).
(Traducido de: Sf. Ioan de Kronstandt, Viața mea în Hristos, Editura Sophia, p. 396)