¡Busquemos todos al único médico que puede sanar nuestra alma!
“No hay nadie tan bueno y misericordioso”, dice San Marcos el Asceta, “como el Señor. Pero Él no perdona los pecados de aquellos que no se arrepienten”.
Para las enfermedades terrenales hay médicos terrenales. Para la más atroz de las enfermedades, el pecado, tenemos al Todopoderoso Médico Celestial y los medicamentos celestiales. Este Médico es Cristo. Ya que cada pecado es una transgresión a la santa ley de Dios, solamente Él, con Su Omnipotencia, puede perdonar nuestras faltas. Él puede hacer que todos los pecados se borren y que todo quede como si jamás hubieran existido.
“Aunque vuestros pecados sean como la grana, blanquearán como la nieve; si fueren rojos cual la púrpura, se volverán como la lana” (Isaías 1, 18) es lo que Él nos promete. Pero, para que todo esto pueda cumplirse, se nos pide una sola cosa: arrepentirnos sinceramente.
“No hay nadie tan bueno y misericordioso”, dice San Marcos el Asceta, “como el Señor. Pero Él no perdona los pecados de aquellos que no se arrepienten” y “seremos juzgados, no por la cantidad de nuestras faltas, sino por no haber querido arrepentirnos”.
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Alexiev, Viața duhovnicească a creștinului ortodox, traducere de Valentin-Petre Lică, Editura Predania, București, 2010, p. 85)