Palabras de espiritualidad

Cada pequeño instante de nuestra vida tiene un sentido de gran valor

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Vivimos una existencia amenazada constantemente por la muerte. No obstante, también vivimos en la Gracia con la cual nos cubre Cristo, Vencedor de la muerte. Esta es la razón por la cual, como dicen los Santos Padres, la vida de cada uno de nosotros representa una oportunidad única.

En sus homilías, usted dice, muy a menudo, que actualmente se hace todo para que el hombre se convierta en animal. Pero no hace mucho tiempo leí en la Biblia, específicamente en el libro del Eclesiastés, que “el hombre y la bestia tienen la misma suerte: muere el uno como la otra; y ambos tienen el mismo aliento de vida. En nada aventaja el hombre a la bestia, pues todo es vanidad”.

Reconozco, padre, que esas palabras no pueden sino ponerme a pensar. Creo que tiene que reconocer que nos presentan una perspectiva no muy feliz para el hombre… Nada de esperanza, solamente temor ante las tribulaciones que se acercan. Si el hombre es un animal, para él es natural llevar una vida de animal. Cuanto más pueda manifestar su naturaleza, mayor será la libertad que posea. De manera que los propagandistas modernos del principio del “todo está permitido” no están tan engañados. Si no es esto, ¿en qué consiste, entonces, el sentido de nuestra existencia?

—Esas palabras de la Escritura que has citado (Eclesiastés 3, 19) solamente hablan de que el tiempo del hombre en la tierra, como el de cualquier criatura, es limitado por la muerte. Aún así, la muerte no es la última palabra. Sí, el hombre es un animal. Pero no solamente un animal. Él puede convertirse solo en animal (es decir, vivir solamente al nivel de los instintos), renunciando a Dios, según lo que dice el salmista: “El hombre en su riqueza no comprende que es igual a las bestias que perecen” (Salmos 48, 12). Y San Basilio el Grande dice que el hombre es un animal al que se le ordenó hacerse dios.

Luego, esas pesarosas palabras del Eclesiastés se refieren a la espera del Señor por parte de la humanidad. Una vez con la venida de Cristo, todo cambió. Como antaño, hoy vivimos según las condiciones de una libertad limitada: vivimos una existencia amenazada constantemente por la muerte. No obstante, también vivimos en la Gracia con la cual nos cubre Cristo, Vencedor de la muerte. Esta es la razón por la cual, como dicen los Santos Padres, la vida de cada uno de nosotros representa una posibilidad única. Precisamente esa posibilidad única define el sentido de nuestra existencia.

De hecho, cualquier momento de nuestra vida está lleno de sentido. Al hombre se le dio la razón y muchos dones más (de los cuales, el más importante es la Gracia), para que pudiera descubrir ese sentido, o al menos entender que existe, a pesar de que las circunstancias desfavorables nos hagan incapaces de ver este sentido en un momento dado de nuestra vida.

(Traducido de: Akedia, fața duhovnicească a deprimării – Cauze și remedii, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia Cartea Ortodoxă, București, 2010, pp. 213-215)