Todos formamos parte de los “elegidos”. Desde el momento en que la palabra de la Verdad llegó a nuestros oídos, es que fuimos elegidos... El Señor nos llama y depende de nosotros si seguimos o no Su camino. Veamos cómo se han convertido otros: uno escuchó las palabras ‟No acumuléis tesoros en este mundo”, y dejó todo; otro leyó: ‟¡En vano se agita el hombre! Junta riquezas, y no todo el que acumula come”, y se apartó de la vacuidad, adentrándose en el camino cierto de lo que agrada al Señor. También hubo quien decidió entregarse con todo su corazón al Señor, después de ver pintada la escena de la Crucifixión, con esta inscripción en la parte superior: “Esto es lo que Yo hice por ti. ¿Tú qué haces por Mí?”.

¿Qué son todas estas cosas, sino llamados excepcionales? Cada día oímos hablar y leemos sobre miles de casos similares… ¿Podemos, entonces, contarnos entre los que no han sido llamados? No, hermanos, el problema no está en el llamado, sino en nosotros. ¿Cómo se han convertido tantos paganos? Entendiendo que no hay vida sino en el Señor, y con esta simple determinación han transformado radicalmente su forma de vida. Esto es lo que tendría que suceder con todos nosotros. Esa transformación interior, esa “ruptura” depende de cuánto abramos nuestro corazón a la Verdad. Y esto es algo que depende solamente de nosotros… Pongámoslo en práctica, y pronto nos venceremos a nosotros mismos.

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Viaţa lăuntrică, Editura Sophia, București, 2000, p. 19)