Carta de una familia cristiana
Con mi esposo vivimos en perfecta armonía. Claro, nos une también un profundo amor y una fuerte entrega, pero, ante todo, nos unen Cristo y Su Iglesia, de la cual nos afanamos en ser miembros conscientes.
«Debido a ciertos problemas, nuestro período de compromiso duró más de un año. Pero, con la ayuda de Dios y de los Sacramentos de la Iglesia, ambos supimos mantenernos en pureza. Así fue como llegamos al matrimonio. Desde luego que fue necesario esforzarnos mucho, pero ese ahínco fue lo que nos hizo dignos ante los ojos del otro, ante nuestra propia conciencia y, juntos, ante Dios. Llevamos ya dos años de casados. Tenemos ya un hijo, y estamos esperando el segundo... Dios es grande. No queremos tener una familia “programada”. (Actualmente tienen seis hijos)
Con mi esposo vivimos en perfecta armonía. Claro, nos une también un profundo amor y una fuerte entrega, pero, ante todo, nos unen Cristo y Su Iglesia, de la cual nos afanamos en ser miembros conscientes. Así, nuestra unión ha devenido en una muy vívida, casi sin desacuerdos.
En lo que respecta a nuestra “distracción”, no conocemos ninguna otra pareja que vuelva tan contenta, tan serena, tan “llena” después de algún “baile” de toda la noche, como volvemos nosotros después de los oficios vespertinos de la iglesia, a los que asistimos con otras parejas jóvenes, amigos nuestros, que viven también lo mismo que nosotros. Nuestra vida transcurre tranquilamente, en la Gracia y el amor de Dios. Mi esposo y yo luchamos por ser mejores y creemos que viviremos juntos no solamente en esta vida presente, sino también en la vida eterna, en el Reino de Dios que no tiene fin. ¿Utopías e ilusiones? Para otros, talvez. Para nosotros esto es ya una realidad viva. Quienes viven junto a Cristo y Su Iglesia conocen, ya desde esta vida, la felicidad de Su Reino...
Les pido que no publiquen mi nombre...
Con aprecio y mucho respeto, porque según mi edad bien podría ser hija suya, K. P.»
(Traducido de: Arhimndrit Epifanie Teodoropulos, Familiei ortodoxe cu smerită dragoste, traducere din limba greacă de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Editura Evanghelismos, București, 2003, pp. 23-24)