Palabras de espiritualidad

Cásate joven o prepárate para luchar con tu cuerpo

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Los padres son los primeros que deberían preocuparse por el buen enlace de sus hijos e hijas, en el tiempo adecuado. Cuando esto no sucede, los mismos jóvenes tienen el deber de conservar la sensatez y la pureza espiritual y física, hasta que llegue el momento de casarse.

El matrimonio es algo muy digno de elogio porque apacigua el deseo carnal, sabiéndose que los instintos sexuales son muy fuertes. San Juan Crisóstomo entendiendo bien la abrumadora fuerza de los deseos carnales, en su tratado pedagógico “Sobre la vanagloria y sobre la procreación”, exhorta a los adolescentes a evitar el contacto con mujeres, no sea que “se encienda la llama del deseo carnal, que no es un pecado en sí, sino que debe ser canalizado de forma debida.” Para que los jóvenes no tengan que soportar años enteros de luchas carnales, San Juan también aconseja a los padres que se ocupen del matrimonio de sus hijos (de acuerdo al uso de esos tiempos) lo antes posible, al terminarse el período de la pubertad:

No dejemos a nuestros hijos libres como el viento, sino que, conociendo la fuerza de los deseos, procuremos que se casen de acuerdo a las leyes de Dios, antes de que el desenfreno pueda hacerlos caer; ayudémoslos a mantener la castidad y a evitar mancharse en la disipación. Que el matrimonio consiga apaciguar los arranques del cuerpo y escapar de la condena del pecado.” (Homilía LIX sobre el Génesis, Homilía V sobre la I de Tesalonicenses, en donde les recuerda a los jóvenes que, con voluntad y oración, siempre tendrán la fuerza para controlar los impulsos del cuerpo). En el mismo orden de ideas, San Juan Crisóstomo dice que los hijos que han caído en una forma de vida licenciosa no deben condenar a sus padres por no habérles ayudado a casarse, sino que ellos mismos deben trabajar para controlar sus propios deseos carnales.

(Traducido de: David C. Ford, Bărbatul şi femeia în viziunea Sfântului Ioan Gură de Aur, traducere din limba engleză de Luminiţa Irina Niculescu, Editura Sophia, Bucureşti, 2004, p. 117)