Comida y bebida para la eternidad
“El que come Mi carne y bebe Mi sangre, permanece en Mí, y Yo en él... y Yo le resucitaré el último día” (Juan 6, 54-56).
¿Qué otra creencia de las que hay en el mundo abarca una verdad tan inalterable, sapientísima y redentora, como lo hace nuestra fe cristiana ortodoxa, demostrada constantemente en la realidad? ¿Qué otra fe promueve tanta cercanía del hombre con Dios, por medio de la Encarnación de Su Hijo y Su paso por este mundo con Su prodigiosa y luminosa doctrina, con los vivificadores sacramentos y oficios litúrgicos, como el renacimiento por medio del Bautismo con el agua y con el Espíritu Santo, la Crismación, la Comunión con el mismísimo Cuerpo y la mismísima Sangre de Cristo, para alcanzar la purificación, la renovación, la iluminación, la deificación y la vida eterna?
¿En cuál de las incontables creencias que hay en el mundo quiso el Señor unirse de una forma tan estrecha y profunda con el hombre, sino en la fe ortodoxa con la Divina Liturgia, ofreciéndosenos Él Mismo, dándonos Su purísimo Cuerpo y Su purísima Sangre cual alimento y bebida para la vida eterna, para la perfecta renovación del ser humano tan corrompido? “El que come Mi carne y bebe Mi sangre, permanece en Mí, y Yo en él... y Yo le resucitaré el último día” (Juan 6, 54-56).
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Despre tulburările lumii de astăzi, Editura Sophia, București, 2011, pp. 55-56)