Cómo conservar la Gracia de Dios
Puede tratarse de cualquier cosa: el honor, la honra, las riquezas, la belleza. Una vez haya algo de este mundo que ocupe el Trono de Dios, eso también tomará vida en nuestro interior.
La acción gratífica, que se obtiene cual don, pervive mientras la atención interior del hombre se mantenga unida a Dios. El hombre se esfuerza, trabaja, hace todo para el Señor... ¡Todo para Él! Y lo busca en todas partes, en todo lo creado. Él está en todas partes. Él es la vida. Y en todas partes está Aquel que pone en movimiento la vida. Él está siempre presente. En tanto la atención del hombre esté dirigida al Señor y al Reino de los Cielos, el hombre verá al mundo como a Dios mismo.
¡Como podemos ver, en cada uno está el Señor, en misterio, sin importar si el individuo lo honra o no! Él está allí, en el centro del la vida. Él mueve la vida. Él es el dador de vida. Y, mientras esa atención se mantenga en el corazón, también se mantendrá la paz interior y la alegría divina que se otorga cual don a los principiantes. Luego, una vez nuestra atención se aparta un poco de Dios y se aferra a alguna cosa del mundo, trátese de algo inanimado, o de alguna criatura viva, perdemos inmediatamente nuestra paz interior, porque el hombre no puede seguir dos caminos a la vez. Eso a lo que le hemos dado nuestra atención, invade de pronto nuestro interior y ocupa el Trono del Señor, conquistando nuestro corazón. Y puede tratarse de cualquier cosa: el honor, la honra, las riquezas, la belleza. Una vez haya algo de este mundo que ocupe el Trono de Dios, eso también tomará vida en nuestro interior. En función de eso a lo que ofrezcamos toda nuestar atención, un sentimiento correspondiente vivirá en nuestro interior.
(Traducido de: Stareţul Tadei de la Mănăstirea Vitovniţa, Pace şi bucurie în Duhul Sfânt, Editura Predania, Bucureşti, 2010, p. 39-40)