Palabras de espiritualidad

¿Cómo debo actuar con quienes me hacen el mal?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

La oración por aquel hermano que nos perturba presupone el perdón y olvidar las ofensas recibidas.

¿Cómo debemos enfrentar el problema de las personas que nos perturban y nos hacen el mal? ¿Es correcto acudir a los tribunales del mundo para dirimir esas controversias? ¿Necesariamente tenemos que obtener justicia? ¿Deben ser castigados quienes nos hacen el mal?

Se trata de un problema muy común. De hecho, todos debemos hacer frente a este problema. Todos somos víctimas. Hasta los opresores son víctimas... Es una historia que no tiene final. Cuando estamos ocupados resolviendo el problema que tenemos con algunos, nos damos cuenta de que tenemos el mismo problema, pero con otros, sin conocer la causa. Y a menudo no sabemos cómo proceder. ¡Dichoso de aquel que consiga permanecer incólume ante semejante situación! En verdad, quien, lleno de amor y de una virtuosa indiferencia, salga al encuentro de aquellos que le acusan y le persiguen, será como un ángel en este mundo.

El anciano Porfirio, hablando sobre este tema, decía: “Cada persona que nos insulta, nos ofende, nos daña, nos difama y nos hace el mal, no es sino un hermano nuestro atrapado en las garras del maligno. Cuando nos encontremos con esa persona, debemos apiadarnos de ella y sufrir con ella, pidiéndole en silencio y con fervor a Dios para que nos fortalezca en esos momentos de prueba, y que se apiade de nuestro hermano que ha caído víctima del demonio. Y Dios nos ayudará a ambos”.

Si nuestra conciencia está en paz, perdonaremos fácilmente a nuestro hermano que se ha hecho órgano del demonio y sufriremos con él, pidiéndole a Dios que se resuelva el problema existente. Cuando tienes enfrente a aquel que te acusa y siente enemistad por ti, es normal que en tu alma brote alguna turbación, llevándote a perder la paz. ¿Por qué? Porque empiezas a recordar todos los disgustos que esa persona te ha provocado y en vano intentas explicártelos. Finalmente, te hallas en un impasse.

Sobre esto, el anciano José decía: “Cuando está presente una persona que sabes que te denigra y te difama, es casi imposible no sentirte perturbado, aunque te esfuerces en evitarlo. Pero, luego del perdón y después de haber orado por ella, vuelves al equilibrio, dejando atrás el trauma de la tristeza”.

La oración por aquel hermano que nos perturba presupone el perdón y olvidar las ofensas recibidas. Sólo así podremos salir de esa complicada situación. Cualquier otra cosa que intentemos no nos dará la solución al problema. Las manifestaciones de fuerza y los enfrentamientos públicos no harán sino prolongar esa atmósfera tan desagradable y la agitación interior. Por eso es que debemos evitar todo eso, cueste lo que cueste.

Protopresbiter Dionisios Tatsi