¿Cómo fue que se empezó la práctica de los oficios litúrgicos nocturnos?
El Señor les enseñó a mantener ese estado de oración durante día y noche, porque nadie sabe el momento en que vendrá el Juicio de Dios: “Estad en vela, pues, orando en todo tiempo” (Lucas 21, 36).
Los primeros cristianos encontraban una exhortación para la oración nocturna, en el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, Quien frecuentemente solía orar de noche, tanto solo (Lucas 6, 12: “Sucedió que por aquellos días se fue al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios”), como acompañado de Sus discípulos (Juan 18, 2: “Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos” para orar durante la noche). El Señor les enseñó a mantener ese estado de oración durante día y noche, porque nadie sabe el momento en que vendrá el Juicio de Dios: “Estad en vela, pues, orando en todo tiempo” (Lucas 21, 36).
La oración nocturna era practicada, en la piedad judía, ya desde los tiempos del Antiguo Testamento, como lo confirma con exactitud el Salmo 118 (“¡Dichosos los que van por el camino perfecto...!”), salmo que, sólo, conforma la Catisma XVII, que la Iglesia ha dispuesto sea leída en los oficios de medianoche de todos los días, porque en él se menciona varias veces el relato del salmista sobre la oración nocturna: “Me acuerdo por la noche de Tu nombre, Señor, quiero guardar Tu ley” (versículo 55); “Me levanto a medianoche a darte gracias por Tus justos juicios” (versículo 62). Lo mismo ocurre con el Salmo 133, que aparece en la segunda parte del oficio de medianoche. Así, ya que los primeros cristianos provenían de comunidades judías, esta costumbre pasó con facilidad al culto cristiano.
Otra causa que le otorgó al servicio divino —de la primera época cristiana— su carácter nocturno, es una que atañe estrictamente a la historia de aquel período: el hecho de que en ese tiempo los cristianos se reunían para orar solamente por la noche, en secreto, en sitios ocultos, como las catacumbas, por temor a las persecuciones.
(Cătălin Toma)