Cuando alguien está vacío de Cristo, vienen a él miles y cientos de cosas a ocupar Su lugar: la envidia, el odio, el tedio, la melancolía, la animadversión, los pensamientos mundanos, las alegrías terrenales. Esforcémonos en llenar nuestra alma con Cristo, para que no se quede vacía. Nuestra alma es como un estanque lleno de agua. Si usas esa agua para hidratar las flores, es decir, para el cuidado de las virtudes, para adentrarte en el camino del bien, vivirás una auténtica felicidad y, al mismo tiempo, toda maldad, es decir, las espinas, se secarán y se marchitarán. Por el contrario, si usas esa agua con las espinas, estas crecerán y terminarán sofocándote, y todas las flores de tus virtudes se secarán.

(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, Traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003,  pp. 295-296)