Palabras de espiritualidad

¿Cómo podría expresarte mi agradecimiento, Señor?

  • Foto: Ioana Zlotea

    Foto: Ioana Zlotea

No seamos indiferentes ante todo esto y no hiramos a Dios con nuestro descontento, nuestra ingratitud, nuestra insensatez! ¡Agradezcámosle siempre y glorifiquémoslo!

Tenemos que abandonarnos a la Providencia Divina y a la voluntad de Dios, y Él nos protegerá.

Una tarde, un monje subió a la cima de una montaña para leer las Vespertinas. Cuando iba de camino, encontró una hermosa seta de color blanco. Con una sonrisa, se persignó y le agradeció a Dios por tal hallazgo. Pensó que, al volver, la cortaría y se la llevaría para cenarla. “Si algún laico me pregunta si como carne, le diré que cada otoño como muy bien”, se dijo ufano a sí mismo. Sin embargo, más tarde, al volver, encontró solamente la mitad de la seta. Pensó que algún animal la había pisado y se dijo: “Está claro que me basta con la mitad para cenar”. La tomó cuidadosamente y le agradeció a Dios por Su Providencia, por esa mitad de seta que le proveía para comer. Un poco más tarde, encontró otra mitad de seta y se agachó a recogerla. Pero inmediatamente notó que estaba dañada —probablemente también era venenosa—, y mejor la dejó en el suelo. Una vez más, haciéndose la Señal de la Cruz, le agradeció a Dios por haberlo salvado del envenenamiento. Cuando finalmente llegó a su celda, sacó la mitad de seta, la lavó con un poco de agua y, después de dar gracias a Dios, cenó alegremente aquel preciado manjar. Al día siguiente, al salir el sol, salió de su celda y lo que vio lo llenó de asombro y admiración: un gran número de hermosas setas refulgían alegremente bajo la luz del astro rey. De rodillas, nuevamente le agradeció a Dios. Como podemos ver, aquel monje le agradeció a Dios cuando tuvo una seta entera, cuando tuvo solamente una mitad, cuando encontró una seta estropeada y también por todas las setas que descubrió alrededor de su humilde morada. La suya era una gratitud sin par, una gratitud que abarcaba todo lo recibido de manos de Dios.

Nuestro buen Dios nos da abundantes bendiciones y todo lo que hace es por nuestro bien. Todo lo que tenemos proviene de Dios. Él creó todo para que fuera de provecho para Su criatura, el hombre, y para que todo se le sometiera a él, desde los animales y las aves, hasta las plantas y las setas. ¡De hecho, hasta Dios Mismo se sacrificó para poder salvar al hombre! ¡No seamos indiferentes ante todo esto y no hiramos a Dios con nuestro descontento, nuestra ingratitud, nuestra insensatez! ¡Agradezcámosle siempre y glorifiquémoslo!

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Trezire duhovnicească, Schitul Lacu, Sfântul Munte Athos, 2000, p. 260)