Con Dios no hay lugar para bromas ni para la desidia
No hemos entendido la gravedad del pecado de la desidia ni la importancia que Dios le da a la exhortación: “¡El Reino de los Cielos es algo que se conquista!”.
De la “Parábola de los talentos” entendemos que el hombre que, antes de partir lejos, reunió a sus siervos y les entregó su hacienda, es Dios Mismo. A aquel que, devolviéndole un talento —el mismo que había recibido— y dijo: “Señor, sé que eres duro, que cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido”, el patrón no lo contradijo, sino que, al contrario, le confirmó lo dicho, repitiéndolo (Mateo 25, 26). Y después agregó estas extrañas palabras: “Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará”.
Resulta que a Dios no se le pueden aplicar las ideas tan simples que nosotros, los hombres, concebimos sobre la justicia y sobre el hecho de que nuestra relación con Él no se basa en un do ut des contable, en el cual siempre seremos meros beneficiarios pasivos.
Dios cosecha también donde no ha sembrado: esto significa que debemos dar de lo que tenemos, afanándonos, pidiendo prestado si es necesario, tomando la iniciativa. La actitud de: “¿Y qué mal he hecho yo?”, “¡Jamás le he hecho mal a nadie!”, “¡Yo hago lo que puedo!”, “¡No puedo hacer más de lo que hago!”, es una postura rimbombante, en total contradicción con la “Parábola de los talentos”, evidenciando que no hemos entendido la gravedad del pecado de la desidia ni la importancia que Dios le da a la exhortación: “¡El Reino de los Cielos es algo que se conquista!”. ¡Y con cuánta insistencia se nos pide que nos esforcemos y esperemos lo imposible, si no lo imposible mismo!
Con Dios no hay lugar para bromas: “Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré”, “¡Toma tu cruz!”, “¡Síguenme!”, “¡Velad!”, “¡Purificaos!”, “¡Ve y clama!”, “¡Lévantate y anda!”
No hay que quedarnos donde estamos; el confort, la inercia y la desidia son cosas que quedan excluidas. Oblómov es condenado: nadie puede poner como pretexto el ocio, la enfermedad o la locura (ni siquiera la justicia misma, como en el caso de la higuera).
Entonces, ¿por qué es reprendida Marta? Porque la retienen las cosas más insignificantes, los detalles, esforzándose en vano y sin discernimiento. El Señor nos exhorta a cosas más serias: la muerte está por venir, y nosotros, fumando en nuestro lecho (como Oblómov), ¡o nos afanamos limpiando simples jarras como si se trataran de vasijas con esencias (como Marta)!
(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Jurnalul fericirii, Editura Mănăstirii Rohia, Rohia, 2005, pp. 45-46)