¿Con Dios o con el mundo? Consejo para quienes guardan la castidad
“La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el espíritu” (I Corintios 7, 34).
Escucha, sierva de Dios, pon atención a lo que voy a decirte y que tus oídos reciban estas palabras inspiradas por Él: el Santo Apóstol Pablo dijo que, cuando el hombre se une a su mujer, “ambos forman un solo cuerpo” (Efesios 5, 31). Del mismo modo, cualquier hombre o cualquier mujer que se une al Señor, “se hace un solo espíritu con Él” (I Corintios 6, 17). Si quienes viven en el mundo dejan a su padre y a su madre, y se unen a otras personas, usualmente pecadoras, ¿no se justifica, entonces, que una mujer que vive en castidad se aparte de todas las cosas del mundo, para estar cerca únicamente del Señor? Y fundamento estas palabras en lo que el Santo Apóstol Pablo escribió: “La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el espíritu” (I Corintios 7, 34).
Por eso digo que, si la mujer virgen o viuda, a pesar de vivir en castidad, centra su atención en las cosas del mudno, esa preocupación deviene en su propio marido. No importa la naturaleza de sus bienes: esa preocupación por lo material le ensucia la mente. De la misma manera en que el hombre vil ensucia su cuerpo, también el alma de la mujer casta queda manchada por las cosas terrenales. Y, con esto, deja de ser santa con el cuerpo y con el alma. Pero si lo que realmente le preocupa es atender las cosas de Dios, Cristo se vuelve su Prometido.
(Traducido de: Patericul Lavrei Sfântului Sava, Editura Egumenița, 2010, p. 115)