Con nuestro paso a la eternidad cesa cualquier posibilidad de hacer algo más por salvarnos
Allí, el verbo hacer desaparece; es como si nunca hubiera existido. Lo que queda es, en toda su terrible plenitud y significado, el verbo ser. Solamente esto y nada más.
Al pasar a la vida eterna, por más que lo ansiemos (este es el sentido de la Parábola del justo Lázaro y el rico epulón), ya no podremos hacer nada, jamás (nevermore, diría Poe): allí, el verbo hacer desaparece; es como si nunca hubiera existido. Lo que queda es, en toda su terrible plenitud y significado, el verbo ser. Solamente esto y nada más.
¡Entonces te quiero ver, hombre! Cuando te quedes solamente con tu ser, porque cualquier posibilidad de devenir habrá dejado de existir, tel qu'en toi même l'éternité te change... (de una forma tal, que, en ti mismo, la eternidad te transforma). Sin amigos, sin televisor, sin el bullicio de los vecinos… Entonces se verá lo que edificaste durante toda tu vida, lo que elegiste: las ovejas o los cabritos.
Puede sonar un poco sentencioso, pero a las excepcionales circunstancias que me han dado la ocasión de conocer la integridad del verbo ser les debo esta posibilidad de comprender y —tal vez— también el derecho de pronunciar de esta forma lo que sé.
Si aquí, en la soledad de esta celda, en esta cárcel, el tiempo resulta tan difícil de soportar, si aquí ser se puede sobreponer al tormento, más estremecedora tiene que parecernos la existencia eterna, absolutamente pura, despojada de cualquier consuelo, convirtiéndose —por el simple hecho de su existencia— en algo cada vez más sofocante.
(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Jurnalul fericirii, Editura Mănăstirii Rohia, Rohia, 2005, p. 357)