Palabras de espiritualidad

Cristo asumió nuestros pecados y sufrió por nosotros

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Como dice la doctrina de la Iglesia, nuestro Señor Jesucristo asumió los pecados de todo el mundo. Nos redimió con Su sufrimiento, solamente por nuestros pecados, porque Él no tenía pecado alguno.

Nuestro Señor Jesucristo recibió un final humano. Pero la divinidad no sufrió, sino solamente la humanidad en Él. Porque nuestro Señor es tanto Dios como hombre. Y sufrió solamente como hombre.

Muchos cristianos, en su sencillez, viendo las cosas de una forma bastante limitada, dicen que Dios no sintió dolor, porque es Dios. ¡Espera, hermano! Esto no es así. Dios también es hombre. Con Su naturaleza humana sufrió un dolor terrible, hasta que logró pronunciar aquellas palabras que conocemos bien y que escuchamos en los oficios litúrgicos del Gran Jueves Santo de la Cuaresma: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?”. Porque en esos momentos estaba enfrentando la cima del dolor: era un hombre que sufría a más no poder.

Como dice la doctrina de la Iglesia, nuestro Señor Jesucristo asumió los pecados de todo el mundo. Nos redimió con Su sufrimiento, solamente por nuestros pecados, porque Él no tenía pecado alguno. Él no tenía ninguna falta, absolutamente nada. Dice en una parte: “¿Quién de vosotros podrá acusarme con razón de que he cometido alguna falta?”. ¿Quién de entre los santos más grandes podría atreverse a decir algo semejante? Nadie. Él, ciertamente, como hombre, estaba libre de pecado, y sufrió únicamente por los pecados de toda la humanidad.

Pero ¡tan grande es Su amor, que abarca a todo el mundo! Y es muy doloroso cuando vemos que muchos no lo conocen, incluso de entre quienes han sido bautizados, cristianos ortodoxos. ¡Muchos no entienden este misterio tan grande, ni al amor de Dios que sobrepasa cualquier otra bondad! ¡No entienden que Dios hizo todo eso por amor a nosotros, los hombres! El hombre que no cree en nuestro Señor Jesucristo no tiene cómo justificarse. Porque la doctrina cristiana, iluminada totalmente por el Espíritu Santo, no tiene cómo errar.

(Transcripción y adaptación de una entrevista realizada al padre Simeón Zaharía, para TRINITAS TV, en abril de 2016)