¿Cuál es la relación entre la fe y la valentía?
En lo duro de nuestras impotencias y de los cambios en nuestro ser —que tanto nos atormentan— y en todo lo que nos produzca el mismo maligno con sus incesantes ataques, nos queda solamente un arma y un sólo auxilio: el valor.
Nuestro Señor nos recuerda que “todo es posible para el que cree”. Quienes necesiten valor en la lucha que todos debemos librar, deberán profundizar más en su propia fe. La fe es fuente de valentía, siendo, asu vez, respaldada por el valor.
En lo duro de nuestras impotencias y de los cambios en nuestro ser —que tanto nos atormentan— y en todo lo que nos produzca el mismo maligno con sus incesantes ataques, nos queda solamente un arma y un sólo auxilio: el valor. Producto de nuestra propia personalidad, éste nos alienta a luchar y a estar atentos. Nosotros creemos que no estamos solos, sino con Dios, quien nos ha llamado a Su armada. Con nuestra voluntad hemos decidido someternos a la Suya, misma que practicamos y consideramos una obligación.
Las herramientas de la voluntad y de la fuerza motriz son el celo y el coraje. El maligno, conociendo esto, intenta paralizarlos, con el pretexto de nuestras faltas y errores. Él reprende al hombre por sus errores y lo asusta, como si se tratara de un abogado. “¿Ves? ¡Has incumplido con lo que se te había ordenado! ¡Nuevamente quedaste como un traidor! ¡Eres un bueno para nada! ¿Para que te sigues esforzando, si sabes que eres un incapaz?”
Todo este ciclo de la astucia del maligno, provoca la decadencia física y la apatía de la persona —manifestaciones del desaliento— especialmente si se trata de un principiante, paralizando su actuar, por razones falsas.
(Traducido de: Gheronda Iosif Vatopedinul, Dialoguri la Athos, pp. 86-87)