Cuando desarrollamos en silencio y con discreción nuestra labor espiritual
La vida santa no ve motivo de pecado en los demás. Porque es humilde, porque no juzga. Si sabemos cultivar ese estado, podremos vencer en todo. Y nada ni nadie se nos opondrá.
Nosotros, los cristianos, tenemos que vivir de una forma tan discreta nuestro sacrificio, nuestro esfuerzo, que los demás no lleguen a enterarse de lo que estamos haciendo. José supo vivir de una forma tan correcta en casa del Faraón, que pronto se ganó el amor y el respeto de este y hasta se casó con la hija del sumo sacerdote de Egipto, el cual, sin duda, era un sacerdote idólatra, una suerte de clérigo que presentaba ofrenda a los demonios. Y con tanta sabiduría se comportó José, que no se alejó del Dios Vivo, ni desafió a los demás con su piedad, ni los hizo caer en tentación, ni los levantó en contra suya. Veamos también el ejemplo de Lot, quien logró ser un justo en Sodoma, entre pervertidos y pecadores de toda clase. ¿Por qué? Porque no los juzgaba. Por eso era Lot.
Entonces, la vida santa no ve motivo de pecado en los demás. Porque es humilde, porque no juzga. Si sabemos cultivar ese estado, podremos vencer en todo. Y nada ni nadie se nos opondrá.
(Traducido de: Ieromonah Savatie Baștovoi, Singuri în fața libertății, Editura Cathisma, București 2009, p. 15)