Cuando el enemigo nos invita a descansar…
La mayoría de las veces, la pereza y la desidia provienen de la influencia del maligno sobre nosotros.
Un peligro muy grande para nuestra vida espiritual lo representan nuestra desidia y nuestra pereza. Estas pueden ser “normales” en cierta medida, producto de nuestro estado natural que fácilmente tiende al cansancio, pero también es cierto que la mayoría de las veces provienen de la influencia del maligno sobre nosotros.
Después de afanarte por un tiempo en el cumplimiento de la voluntad de Dios, aun forzándote a ti mismo para ser lo más voluntarioso posible en el sacrificio y así purificar tu alma de sus pecados, puede suceder que se te acerque sigilosamente el astuto y empiece, con sus ardides, a susurrarte pensamientos como: “¡Ya te has esforzado lo suficiente! ¡Descansa un poco!”. Este pensamiento es tan sutil, tan perverso, dice San Teófano el Recluso, que ni siquiera sentirás la necesidad de oponerte a él. Además, es una cosa tan atroz, que, si te confías a él, así sea por un instante, vendrá a agitar todo tu interior. La indolencia se asemeja a una grieta que se ha formado en el muro de una presa. En algún momento, el muro cederá y toda el agua de la presa brotará descontrolada. Lo mismo hace en nosotros la desidia: se lleva todo, y después tienes que empezar a reconstruirte desde cero.
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Alexiev, Viața duhovnicească a creștinului ortodox, Editura Predania, București, 2010, p. 33)