alma ociosa

Palabras de espiritualidad

La pereza, una enfermedad espiritual que hay que vencer

Es la causa de todos los pecados, porque envenena la energía espiritual desde su mismo origen.
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Palabras de espiritualidad

Cuando el enemigo nos invita a descansar…

La mayoría de las veces, la pereza y la desidia provienen de la influencia del maligno sobre nosotros.
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Palabras de espiritualidad

¿Cuál es la causa de todos los pecados?

Esta es la causa de todos los pecados, porque envenena la energía espiritual desde su mismo origen.
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Palabras de espiritualidad

¡Hermano, apártate de la pereza!

El ocioso es como un huerto sin trabajar en el que crecen las espinas y las zarzas. Por eso es que se nos dice: “De muchos males es maestra la pereza”.
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Palabras de espiritualidad

Es cierto que una mente desocupada es taller del demonio

“El monje que trabaja es tentado por un solo demonio, en tanto que el que pierde el tiempo es embestido por una inmensa multitud de ellos”.
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Palabras de espiritualidad

El espíritu de la desidia

San Efrén sitúa la pereza al frente de los cuatro espíritus de las pasiones, porque es el principal obstáculo para la práctica de cualquier virtud, y contraria a los más altos propósitos del hombre.
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Palabras de espiritualidad

La libélula y la hormiga

¡Qué duro es el diente, pero también qué rápido se corrompe y se destruye en la boca del que ama lo dulce!
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Palabras de espiritualidad

¡Qué terrible pecado es la pereza!

La dejadez, indolencia o pereza es un pecado, porque se opone a los mandamientos de Dios, por los que Él nos ordenó que comiéramos lo que produzcamos con el sudor de nuestra frente.
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Palabras de espiritualidad

Sobre los efectos de la ociosidad

Así pues, estamos hablando de un terrible mal tanto para el cuerpo como para el alma.
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Palabras de espiritualidad

Ha llegado el momento de despertarnos del letargo espiritual

¡Perseveren, mientras las puertas del Reino de los Cielos sigan abiertas!
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Palabras de espiritualidad

El alma no conoce el cansancio

Es hasta risible esa idea que nos dice que el alma, al prestarle al cuerpo de su propia fuerza, puede cansarse tan rápidamente como éste y necesita descansar, tanto como el cuerpo mismo.
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