Palabras de espiritualidad

El espíritu de la desidia

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

San Efrén sitúa la pereza al frente de los cuatro espíritus de las pasiones, porque es el principal obstáculo para la práctica de cualquier virtud, y contraria a los más altos propósitos del hombre.

Creado a imagen de Dios, con el propósito de llegar a asemejársele, el hombre fue llamado a la acción desde el inicio, cuando fue puesto en el Edén para que “lo cultivase y lo cuidase” (Génesis 2, 15). Luego de ser echado del Paraíso, la acción del hombre se orienta principalmente a obtener lo necesario para vivir: alimentos, vestido, un lugar para vivir. Sin estas cosas, la existencia no es posible; por eso, el hombre necesita trabajar, porque no es posible vivir del ocio.

Luego, no de esta desidia pide ser librado San Efrén, sino de una más perniciosa, la de dejar de practicar los mandamientos de Dios. La acción de los mandamientos, como dije antes, es la condición para el crecimiento del hombre nuevo, nacido desde el Bautismo, para que alcance la semejanza con Dios, Con la Parábola de los Talentos, el Señor nos enseña que los poderes del Espíritu Santo en el hombre son muy grandes (un talento pesaba más de 40 kg) y pueden llevar al hombre a la más alta perfección; además, nos enseña que, si no todos alcanzan la misma medida, o no la alcanzan en absoluto, es debido a la dejadez del hombre. Esta es directamente opuesta al desarrollo del hombre espiritual, porque es el rechazo a su propio desarrollo, su petrificación en la imperfección.

El mundo siempre ha condenado al ocioso. Salomón lo manda a imitar el ejemplo de la laboriosa hormiga (Proverbios 6, 6), y el Apóstol ordena que “el que no trabaje, que no coma” (II Tesalonicenses 3, 10). Por eso, San Efrén también sitúa la pereza al frente de los cuatro espíritus de las pasiones, porque es el principal obstáculo para la práctica de cualquier virtud, y contraria a los más altos propósitos del hombre.

(Traducido de: Protos. Petroniu Tănase, Ușile pocăinței, Editura Trinitas, p. 45-46)