¡Qué terrible pecado es la pereza!
La dejadez, indolencia o pereza es un pecado, porque se opone a los mandamientos de Dios, por los que Él nos ordenó que comiéramos lo que produzcamos con el sudor de nuestra frente.
La dejadez, indolencia o pereza es un pecado, porque se opone a los mandamientos de Dios, por los que Él nos ordenó que comiéramos lo que produzcamos con el sudor de nuestra frente.
Dios le dijo a nuestro proto-padre Adán: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás” (Génesis 3, 19), mandato que nos concierne también a nosotros, hijos suyos. Y el Santo Apóstol no permite que coma aquel que no quiera trabajar.
En consecuencia, quienes viven en la pereza y se alimentan del esfuerzo ajeno, pecan grandemente. Y, en tanto no se apliquen en el bendecido esfuerzo, seguirán viviendo en pecado. Desde luego, no estamos hablando de los ancianos y los enfermos, que no podrían trabajar aunque quisieran.
(Traducido de: Sfântul Tihon din Zadonsk, Despre păcate, Editura Sophia, 2000, p. 260)