—¡Dame algo de descanso, como se lo das al cuerpo!

Tales palabras quieren decir: “¡Déjame dormir!”

—¡Dame el descanso del alma!

Entendido como: “¡Dame a Dios!”

Es hasta risible esa idea que nos dice que el alma, al prestarle al cuerpo de su propia fuerza, puede cansarse tan rápidamente como éste y necesita descansar, tanto como el cuerpo mismo.

De noche el alma trabaja igual que de día; de noche resume y asimila la lección de la jornada. De noche, el alma ejecuta sobre la persona su estremecedor juicio por todo lo hecho en el día que ha finalizado.

Los ascetas del Monte Athos y, en general, todos los ascetas de Oriente, acostumbran dormir de día, porque pasan la noche en meditación y oración. Tal uso es fundamental para su alma. En la paz y en la oscuridad de la noche, cuando cesa el trabajo de los sentidos, el alma obra más lúcidamente. Pero de día, por medio del sueño y la oración, el trabajo de los sentidos se hace mínimo, lo que ayuda nuevamente a liberar y vigorizar la acción del alma.

La incesante participación del alma del avanzado espiritualmente, en el mundo inmaterial e impercetible, hace que, de igual manera, sus sueños sean distintos a los de los hombres comunes y corrientes.

Los grandes practicantes de la oración saben, por experiencia, que el alma no se cansa.

Përo quienes no han aprendido o se han desacostumbrado a vivir en armonía con Dios, por medio de la meditación y la oración, hablan constantemente sobre su propio “cansancio espiritual”. Sin embargo, ese “cansancio espiritual” no es más que la tiranía de la hiperactividad de los sentidos sobre el alma ociosa y cerrada.

(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Gânduri despre bine și rău, Editura Predania, București,  2009, p. 104)