El misterio de la salvación del alma consiste en esto: que, con la ayuda del Sacrificio de la Cruz, nuestro hombre espiritual venza al hombre carnal; que el hombre nuevo triunfe sobre el hombre viejo; que el espíritu se imponga a la carne.

Aquellos que están en Cristo Jesús —dice el apóstol Pablo— no viven según los deseos de la naturaleza terrenal, sino según el llamado del Espíritu. Vivir según los deseos de la carne (según la mentalidad carnal) es enemistad contra Dios, mientras que vivir según el Espíritu es vida y paz.

“Vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pues si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Y si Cristo está en vosotros, el cuerpo ciertamente está muerto por el pecado, pero el espíritu está vivo por la justicia”. (Romanos 8)

(Traducido de: Preotul Iosif Trifa, Oglinda inimii omului, Editura Oastea Domnului, Sibiu, 2009, p. 65)