Cuando el fuego de Dios se enciende en nuestro corazón…
De todas las formas que tenemos de acercarnos a Dios, la oración es la mejor y, no en última instancia, el único medio auténtico para este propósito. En el acto de la oración, la mente humana encuentra su expresión más noble.
Desde luego que la verdadera oración no viene de una sola vez. No es cosa sencilla mantener la inspiración, estando rodeados de las gélidas aguas del mundo que no ora. Cristo arroja el Fuego Divino al mundo, y nosotros le pedimos que se enciendan nuestros corazones, de manera que no seamos vencidos por el frío cósmico y que ninguna nube negra apague la refulgente llama de nuestra alma.
De todas las formas que tenemos de acercarnos a Dios, la oración es la mejor y, no en última instancia, el único medio auténtico para este propósito. En el acto de la oración, la mente humana encuentra su expresión más noble. El estado mental de un científico que investiga, del artista que crea obras de arte, del pensador sumergido en su filosofía —incluso el de los teólogos de profesión, que proponen sus enseñanzas a los demás— no puede compararse con el del hombre de oración que se encuentra frente a frente con el Dios Vivo.
Cualquier otra clase de actividad mental requiere menos esfuerzo que la oración. Ya podemos trabajar diez o doce horas seguidas, pero basta con un momento de oración para terminar extenuados.
(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Rugăciunea – experiența vieții veșnice, Editura Deisis, Sibiu, 2001, pp. 71-72)