Cuando el maligno interfiere en la comunicación padre espiritual-discípulo
A veces pasa que el padre espiritual dice una cosa y el discípulo entiende algo completamente distinto. ¿Por qué? Porque vivimos sometidos al pecado y nos hallamos bajo la influencia de los espíritus impuros.
Una cosa es lo que nos dice nuestro padre espiritual, y otra lo que entendemos nosotros. Esto es algo que sucede con más frecuencia de lo esperado. Por ejemplo, al confesar a alguien, le aconsejo: “¡Haz esto y aquello!”. Tres semanas más tarde, la misma persona regresa, ahora fuera de sí. “¿Qué te pasa? ¿No te dije lo que tenías que hacer?”. “¡Sí, asíí lo hice, padre!”. “¡No! Yo dije una cosa y tu hiciste otra”.
En la vida de San Pacomio se nos relata un caso que vale la pena recordar. Un día, el santo recibió a un visitante y, viendo que este venía cansado y hambriento, llamó a un monje y le ordenó: “¡Ve a la cocina y prepara dos huevos fritos, porque tenemos una visita!”. El monje partió a toda prisa, pero, en vez de dirigirse a la cocina, se fue al cobertizo y se puso a cortar leña con el hacha. Un poco más tarde, el santo lo volvió a llamar, y le dijo: “¿Qué fue lo que te pedí que hicieras, hermano?”. “¡Usted me dijo que saliera a cortar leña!”. Y el relato agrega, al final: “Y el venerable padre entendió que todo era obra del maligno, así que no se enfadó”.
También el abbá José nos habla de esa clase de sucesos, cuando el padre espiritual dice una cosa y el discípulo entiende algo completamente distinto, debido a que vivimos sometidos al pecado y nos hallamos bajo la influencia de los espíritus impuros.
Así las cosas, pongámonos en acción, pero antes acudamos a nuestro padre espiritual, decididos a pedirle consejo y a obedecerle. Solo así, juntos, podremos salvarnos. Solo así, excluyendo cualquier forma de orgullo, nos haremos dignos de recibir grandes carismas, sin llegar a caer en la idolatría.
(Traducido de: Ieromonahul Savatie Baștovoi, Singuri în fața libertății, Editura Cathisma, București, 2009, pp. 37-38)