Palabras de espiritualidad

Cuando la tristeza no tiene un fundamento legítimo

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El hombre que se arrepiente en verdad, no espera la llegada de una enfermedad grave o verse en peligro para arrepentirse, sino que todo el tiempo cultiva la contrición y busca la pronta confesión de sus faltas.

La mujer pecadora (del Santo Evangelio) mojó con sus lágrimas los pies del Señor y los secó con sus cabellos, en tanto que el Santo Apóstol Pedro, al salir de casa del jerarca, lloró amargamente por las palabras con las que había negado al Señor. Sin embargo, tenemos que entender que no toda tristeza es ya una señal de arrepentimiento puro. También hay una tristeza falsa, que no proviene del arrepentimiento, sino de la ambición y del amor propio. Esto sucede, por ejemplo, cuando alguien se siente apesadumbrado y sufre por temor a que los demás conozcan el pecado que cometió y se lo reprochen. Este es el caso de los orgullosos, quienes no lloran por haber ofendido al Señor con sus faltas, sino que lloran por miedo a que se conozca su maldad y tengan que avergonzarse ante los demás. Se lamentan y le piden a Dios, no que les perdone sus pecados, sino que los libre del reproche de sus semejantes (es decir, que oculte esos pecados). Y cuando llegan al convencimiento de que su pecado no será conocido por nadie, se les olvida la tristeza y vuelven a sus viejos hábitos. Lo mismo ocurre con quienes tienen pecados sin confesar: cuando se ven en alguna situación de peligro de muerte, empiezan a suspirar y a lamentarse con amargura. Pero esta tristeza no es algo que agrade a Dios, porque es una muestra más de volatilidad.

Es una tristeza que viene solamente por miedo a la muerte, y no desde una contrición pura. El hombre que se arrepiente en verdad, no espera la llegada de una enfermedad grave o verse en peligro para arrepentirse, sino que todo el tiempo cultiva la contrición y busca la pronta confesión de sus faltas, insisto, sin esperar a verse en peligro.

(Traducido de: Sfântul Ioan Iacob de la NeamțPentru cei cu sufletul nevoiaș ca mine..., Editura Doxologia, Iași, 2010, p. 335)