Palabras de espiritualidad

Cuando nos llegue el momento del Juicio…

    • Foto: Magda Buftea

      Foto: Magda Buftea

No hay nada de la vida del hombre, absolutamente nada, ni una sola palabra, un solo pensamiento, un solo acto que no quede consignado por escrito.

De acuerdo con la doctrina de nuestra santa Iglesia Ortodoxa, con el Bautismo Dios le asigna a cada persona un ángel guardián, que permanece a su lado toda la vida. Al mismo tiempo, también hay espíritus inmundos acechando todo el tiempo al hombre. Tanto los ángeles como los demonios tienen “libros” en los cuales anotan detalladamente cada pensamiento, cada palabra, cada acción y todo lo que siente el hombre: los ángeles anotan las cosas buenas, y los demonios, las malas.

En algunos íconos del Estremecedor Juicio de Dios, frente al trono del Justo Juez se ve una balanza sostenida por una mano. A cada lado de la balanza hay ángeles y demonios portando entre sus brazos los libros de la vida de las personas, para colocarlos en la balanza. Entonces, al lado al que se incline la balanza, ahí irá cada persona.

Hay una multitud de testimonios que afirman que todo lo que el hombre vive en este mundo queda escrito en determinados “libros”, y que, en el Día del Juicio, esos tomos serán abiertos ante todos, y cada uno será juzgado de acuerdo a lo que aparezca en el “libro” de su vida.

Sin duda alguna, los “libros” mencionados en la Santa Escritura y en la Santa Tradición son distintos a nuestros libros materiales, ya que los ángeles que escriben en ellos son también seres etéreos. De cualquier manera, una cosa es segura: esos “libros” existen, y también existen quienes escriben en ellos. Así, no hay nada de la vida del hombre, absolutamente nada, ni una sola palabra, un solo pensamiento, un solo acto que no quede consignado por escrito, y todo eso es importantísimo para la salvación del hombre, como nos lo confirma San Basilio, cuando dice: “En el Día del Juicio, no solamente nuestros actos y palabras, sino también nuestros pensamientos serán examinados”.

(Traducido de: Ieromonahul Petroniu TănaseChemarea Sfintei Ortodoxii, Editura Bizantină, București, 2006, pp. 92-94)