¡Cuánta alegría siente el hombre que hace la voluntad de Dios!
El que tiene la palabra de Dios y sabe comportarse siempre con obediencia, conoce a dónde habrá de llegar. Él sabe que sigue a Dios y que lo alcanzará, porque su alma camina en la luz. ¡Qué segura se siente su alma, cuánta alegría denota su rostro, qué refulgente es su mirada!
El que tiene una brújula y sabe seguirla, conoce con certeza hacia dónde se dirige. El que tiene la palabra de Dios y sabe comportarse siempre con obediencia, conoce a dónde habrá de llegar. Él sabe que sigue a Dios y que lo alcanzará, porque su alma camina en la luz. Trabaja durante el día y es hijo del día (1 Juan 1, 7). ¡Qué maravillosa y feliz es la vida de quien tiene un alma así, orientada correctamente y conocedora de la luz! ¡Qué segura se siente su alma, cuánta alegría denota su rostro, qué refulgente es su mirada! ¡Qué sereno y gozoso es un hijo de Dios, porque ama Su palabra, cumple con Su voluntad y, con humildad y cuidado, se esfuerza en seguir los pasos de Cristo y Sus santos!
(Traducido de: Un mare mărturisitor creștin: Preotul Constantin Sârbu, Editura Bonifaciu, București, 2008, p. 165