Cultivar la ‟Oración de Jesús”
Cuando te acostumbras a repetir siempre: “¡Señor Jesucristo, ten piedad de mí!”, de tal forma te endulzan y te atraen estas palabras, que ya no quieres ni comer ni hablar con los demás.
«Me cuentas que en el prólogo de un librito que acabas de comprar con el Acatisto de la Anunciación, dice que la Madre del Señor prometió cuidar tanto en esta vida como en la vida eterna a quienes lean ese canon de oraciones todos los días. También yo lo sabía. Por eso es que aun antes de hacerme monje ya me sabía el Acatisto de memoria. Y esta es una exhortación válida para todos. Con todo, nada de esto es suficiente para los que se entregan completamente al Señor. El propósito no es solamente salvarnos, porque Dios nos llama a convertirnos en hijos del Rey en Su Reino. Para esto es necesario cultivar las virtudes y también la oración incesante. Repite la oración “¡Señor Jesucristo, ten piedad de mí!” tan frecuentemente como puedas. Cuando te acostumbras a repetir siempre: “¡Señor Jesucristo, ten piedad de mí!”, de tal forma te endulzan y te atraen estas palabras, que ya no quieres ni comer ni hablar con los demás. Pero tienes que estar atento, porque si descuidas y desprecias tan sólo un poco esta oración, también ella te despreciará y se irá. Para esto, si no es necesario, no hables con nadie ni cambies de oración. Incluso puedes dejar de leer el Acatisto por un instante, que la Madre del Señor no se enfadará. Y cuando veas que has perdido la buena disposición para repetir la “Oración de Jesús”, haz un cambio. Lee el Acatisto, repite: “¡Santísima Madre de Dios, ten piedad de mí!”. Di todo lo que Dios te inspire decir».
(Traducido de: Monahul Iosif Dionisiatul, Starețul Haralambie – Dascălul rugăciunii minții, traducere și editare de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Editura Evanghelismos, București, 2005, p. 213)