Palabras de espiritualidad

¡Cultivemos en nuestros hijos el amor por la naturaleza!

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Esa percepción de la belleza de la naturaleza debe cultivarse desde los primeros años de vida. Es un sentimiento que debe ser incentivado con ahínco, y no destruido.

El niño debe aprender a amar los trinos de los pájaros, las colinas inundadas por la luz del sol, los colores del amanecer y el atardecer... Nosotros, los padres, debemos conseguir que observe toda la belleza que le rodea. Es bueno llevarlo con frecuencia al bosque, para que cante y corra con libertad, sin hacer tampoco un ruido tan desmedido que pueda asustar hasta un elefante.

No hay un lugar en donde Dios sea tan glorificado, como en las alturas de los Alpes. Muchas veces he pensado que allí podrían oficiarse perfectamente las Vigilias o la misma Divina Liturgia.

Desde hace varias décadas se ha intensificado la lucha contra la naturaleza, la destrucción masiva de los restos del pasado. Es una batalla casi perdida, a pesar de todo lo que se discute actualmente sobre ecología y el respeto al medio ambiente.

Si educamos a los niños en el amor por la naturaleza, en el arte de admirar su belleza, estaremos salvando a la humanidad de futuras manifestaciones patológicas en el arte. Esta educación empieza desde la edad más frágil. Ya desde la cuna, debemos rodear a nuestro hijo sólo de cosas bellas. Debe aprender a observar la belleza de las flores, de los árboles, de las mariposas que vuelan por el jardín. Esa percepción de la belleza de la naturaleza debe cultivarse desde los primeros años de vida. Es un sentimiento que debe ser incentivado con ahínco, y no destruido.

(Traducido de: Pr. Prof. Gleb Kaleda, Biserica din casă, traducere din limba rusă de Lucia Ciornea, Editura Sophia, București, 2006, pp. 119)