Palabras de espiritualidad

De cómo debemos reaccionar cuando nuestros hijos se portan mal

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Si les enseñamos a nuestros hijos los valores y las virtudes del Reino de Dios, poco a poco aprenderemos a reaccionar de forma adecuada ante los comportamientos mencionados, excluyendo cualquier impulsividad e irreflexión.

Lo más pernicioso de una reacción impulsiva ante el comportamiento desagradable del niño, es que le da a entender que es malo, y que hemos dejado de amarle por culpa de la elección que él tomó. Semejante actitud le indica que hay algo que no está bien en él y que nuestro amor está condicionado, de tal forma que tendrá que ganárselo con su buen comportamiento.

Los niños aprenden a conformarse para recibir nuestro “amor”, pero es posible que cuando crezcan tengan profundas dudas en lo que respecta a su verdadero valor e identidad, y que, encima de esto, se vuelvan expertos en comportarse de una forma determinada, solamente para ser amados por los demás.

Mientras escribo estas líneas, por momentos dirijo mi mirada al jardín que hay en la parte de atrás de la casa. Y veo que la maleza ha empezado a crecer nuevamente a un lado de la hierba. No me gusta la maleza, y siempre que puedo dedico un poco de tiempo a limpiar el jardín de dichas marañas. A corto plazo, los resultados son excepcionales. Un jardín limpio y ordenado… por unos cuantos días.

El problema es que sé que esa maleza volverá a aparecer, más alta y más abundante. Si quiero librarme de ella a largo plazo, tendré que esmerarme más y trabajar con más ahínco en arrancarla desde la raíz, además de poner fertilizante para que el pasto crezca saludable.

Bien, esas malezas son como las malas conductas de nuestros hijos. Sin duda, un comportamiento desagradable es algo negativo que hay que eliminar. Con todo, reaccionar impulsivamente es como salir y cortar las malezas con una tijera. A corto plazo, parecerá que se han ido…

Responder de forma adecuada es un proceso más intenso y más efectivo, porque implica arrancar la maleza de raíz y alimentar la hierba. Es más difícil, pero sus frutos son más bellos y perdurables. No hay soluciones rápidas para tener un jardín hermoso o niños satisfechos. ¡Dejemos de “podar” a nuestros hijos como si fueran la maleza que crece en nuestro patio trasero!

Si les enseñamos a nuestros hijos los valores y las virtudes del Reino de Dios, poco a poco aprenderemos a reaccionar de forma adecuada ante los comportamientos mencionados, excluyendo cualquier impulsividad e irreflexión.

(Traducido de: Philip Mamalakis, Principii ortodoxe de creștere a copiilor: educarea lor pentru Împărăția lui Dumnezeu, Editura Sophia, București, 2017, p. 50-51)