De cómo nuestras palabras y nuestros actos son de provecho para los demás
“Si el alma no tiene más que palabras sin obras, es como un árbol que tiene flores, pero no frutos”.
Me gusta leer los textos de los Santos Padres, porque ellos hablaban “con pocas palabras, pero mucha sabiduría”.
Un anciano dijo: “Si el alma no tiene más que palabras sin obras, es como un árbol que tiene flores, pero no frutos”.
¡Qué anciano tan sabio, quien, en pocas palabras, supo explicar de una forma tan clara y contundente lo que es la vida espiritual! Porque las flores solamente nos llenan los ojos: si te alejas de ellas, las olvidas. Pero los frutos del árbol alimentan al hombre y le dan fuerzas para poder vivir. Así, las palabras de quienes dan testimonio con sus hechos actúan sobre el corazón como un bálsamo sobre una herida. En cambio, las palabras de quienes dan testimonio porque así lo aprendieron, no provienen sino de su mera inteligencia. ¡Aunque el agua y el vinagre tienen el mismo color, la lengua conoce la diferencia!
6 de febrero de 1955
(Traducido de: Cuviosul Ioan de la Valaam, Fericirile, Editura Anastasia, 1997, p. 196)