Palabras de espiritualidad

De la aceptación del otro en la relación de pareja

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

¿Estoy dispuesto a educar mi naturaleza egocéntrica, hasta llegar al punto en el cual habrá de importarme sinceramente lo que siente mi pareja?

«Alguna vez le oí decir», me dijo ella, «que le alegra escuchar relatos sobre esposos ideales, para que pueda usarlos posteriormente como referencia. Así, estuve pensando que sería bueno hablarle de Mark. Creo que es un esposo absolutamente maravilloso, y ahora le voy a explicar por qué.

Desde que estaba en la escuela, mis piernas siempre fueron objeto de toda clase de ironías y burlas, ¡Como Usted puede ver, parecen troncos!», dijo ella, poniéndose de pie. En verdad, así era. Uno se hubiera esperado que le avergonzara hablar así de sí misma. ¡Pero lo hacía con mucha naturalidad! Recuerdo la admiración que sentí al escucharla, diciéndome a mí mismo: «¡Qué estupenda mujer!» .

«Usted sabe cómo son los niños... », dijo, antes de volverse a sentar. «Algunas veces pueden ser muy duros. Recuerdo que a veces pasaba muchas noches seguidas llorando. Cuando crecí, comencé a reírme con quienes se burlaban de mí, para hacerles creer que no me afectaba. Con los años, comencé a salir con algunos de los chicos de mi grupo, pero nunca logré formalizar algo con ninguno de ellos. Creo que ya se imaginará por qué...».

«Cuando entré a la facultad, conocí a Mark. Me gustó desde el principio. Me sentía muy bien a su lado. Luego, cuando me di cuenta de que él en verdad quería una relación seria, ¡simplemente no lo podía creer! Nunca dijo nada sobre el aspecto de mis piernas. Sin embargo, yo sí lo hice... ¡Usted sabe cómo son las chicas, buscando siempre una reafirmación! Entonces, me tomó de las manos y me dijo: “No quiero que te vuelvas a consumir por algo así. Te amo tal como eres. Dios te dio piernas fuertes y sanas, y a mí me dan una sensación de equilibrio, de seguridad. Y así me gustan”. ¿Sabe cómo reaccioné? ¡Me eché a llorar!

Una semana después, me llevó a conocer a sus padres. Cuando vi a su mamá, quise a ponerme a llorar nuevamente. Era inválida. Llevaba una prótesis y caminaba con dificultad. Inmediatamente busqué los ojos de Mark y vi que él también buscaba los míos. Desde ese momento supe que le amaría más de lo que nadie podría amar jamás.

Todo esto ocurrió hace trece años, y hoy puedo reírme de mis piernas. ¿Me entiende ahora por qué digo que es un esposo maravilloso? ¡No hay nada que no haría por él!».

Sería capaz de cualquier cosa por ti.

No creo que exageraba al decir esas cosas, y estoy seguro de que entienden por qué. Porque así hizo Dios a la mujer. Ella será capaz de hacer cualquier cosa por ti, si logras desvanecer su preocupación por sus pequeños defectos, poniendo acento en sus cualidades, con esa actitud que parece decir: “¡Me gustas completamente, y te amo con esa combinación de defectos, cualidades y rasgos que conforman tu persona!”. Esto es lo que los psicólogos llaman “aceptación”, que es una de las columnas principales de cualquier matrimonio sólido.

No importa si se trata de unas piernas gruesas, de una nariz “como la de los demás en la familia” o de cualquier otro defecto físico insignificane. Si quieres conducirte como un verdadero hombre, tendrás que educarte en el arte de ser bueno y afable.

Y te hablo de “educarte”, porque la mayoría de nosotros tiene la tendencia natural a ser egocéntricos. No importa que nos expliquemos todo esto como un instinto de conservación, una influencia exterior o cualquier otra cosa; lo más importante es ser consciente de ello. Igual de discutible es la diferencia entre hombres y mujeres en este aspecto. Personalmente, partiendo de lo aprendido en mi propio matrimonio y a través de las experiencias que otros me han compartido, hay pocas preguntas más importantes que esta: ¿Estoy dispuesto a educar mi naturaleza egocéntrica, hasta llegar al punto en el cual habrá de importarme sinceramente lo que siente mi pareja?

Ah, y hay algo más que cada uno debe saber de su propia esposa: como todas las mujeres, ella tiene en su interior ese “algo” que reacciona incondicionalmente a la bondad. Entonces, haz todo con bondad.

(Traducir de: Charlie W. Shedd, Scrisori către Filip, Editura Bizantină, București, 2011)