De la coexistencia entre fe e incredulidad
En la dialéctia de las simultáneas fe-incredulidad hay un punto crítico, que, al orar, se puede dejar atrás. Con el acto de orar, aunque dudo —aunque, en consecuencia, no creo de manera absoluta—, ¡creo! Eso es la fe: superar el punto crítico de la dialéctica.
En Marcos 9, 24, el problema de la simultaneidad entre la fe y la falta de fe aparece tal cual es. La primera impresión que podríamos experimentar es que, ya que la fe coexiste con la falta de fe, esta última es predominante. Que, de hecho, es lo único que queda. Pero no es sino una primera impresión, errada.
En la dialéctia de las simultáneas fe-incredulidad hay un punto crítico, que, al orar, se puede dejar atrás. Con el acto de orar, aunque dudo —aunque, en consecuencia, no creo de manera absoluta—, ¡creo! Eso es la fe: superar el punto crítico de la dialéctica.
Este dejar atrás (con mi perseverancia al orar, a pesar de la incertidumbre que me inunda) implica un acto de coraje. Como en el teorema de R. Thom, en el pico neutro también hay catástrofes, a una distancia igual que entre la fe y la falta de fe. Si avanzo, si oro, si no temo y creo, significa que me arriesgo, me atrevo, salto al vacío, elijo. Exactamente como en la norma prescrita por el mismo Señor: “¡Atreveos!”.
En lo que respecta a la sensación de humillación que sentimos al darnos cuenta de que no podemos creer de forma totalmente pura y absoluta, también esta debe ser dejada atrás. ¿Cómo? Con un acto de humildad: tenemos que reconocer que la tentación, la terrible tentación de la incredulidad, es parte de nuestra condición humana, como lo son también otras debilidades e inferioridades. Hay también un agregado esencial que depende de la humildad: “dijo con lágrimas” , lágrimas redentoras de contrición de esperanza y bondad.
(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Jurnalul fericirii, Editura Mănăstirii Rohia, Rohia, 2005, p. 215)