Palabras de espiritualidad

De la conversión de los Apóstoles

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Bastó con la denuncia de un sirviente, para que el más anciano de los Apóstoles, Pedro —quien hiciera la más encendida confesión de fe en la divinidad del Señor—, renunciara a Él y dijera que ni siquiera lo conocía.

Los primeros discípulos que siguieron —espontánea y libremente— al Señor, fueron los Apóstoles. Estos renunciaron voluntariamente a todo bienestar y beneficio, a la comodidad de sus hogares, a sus propios oficios y a todo aquello que podía asegurarles su subsistencia y una vida tranquila. Cada uno de estos aprendices, cuando el Maestro le dijo: “Sígueme”, dejó todo lo que tenía y salió tras la huella de Jesús. “He aquí que hemos renunciado a todo y te hemos seguido”, dirían más tarde. Esta elección y piadosa asociación fue el primer punto de un programa de enseñanza que dichos discípulos recibieron del Señor. Sin embargo, solamente con esto su conversión no estaba completa. Se trataba sólo del comienzo. Apenas estaban en el primer nivel de su acto de conversión. Ciertamente, la conversión de los Apóstoles fue un proceso lento. Durante tres años, escucharon y obedecieron al Señor, le declararon su fe y participaron de Su entrada festiva en Jerusalén y de la Última Cena con Él. Pero bastó con la denuncia de un sirviente, para que el más anciano de los Apóstoles, Pedro —quien hiciera la más encendida confesión de fe en la divinidad del Señor—, renunciara a Él y dijera que ni siquiera lo conocía.

(Traducido de: Preot Ilarion V. Felea, Convertirea creştină, Tiparul Tipografiei Arhidiecezane, Sibiu, 1935, p. 18)