Palabras de espiritualidad

De la necesidad de tener un padre espiritual

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Quien quiera deleitarse con la oración, pero sin tener un guía, imaginándose, ofuscado por su propio orgullo, que puede aprenderla por su cuenta a partir de los libros, sin buscar la orientación de un stárets (“anciano”), habrá caído en el engaño.

Quien ame a Dios pensará siempre en Él, y de ese pensar en Dios es que brota la oración. Pero, si no te acuerdas de Dios, no oras. Y sin oración el alma no puede permanecer en el amor de Dios, porque es por medio de la oración que viene la Gracia. Con la oración, el hombre se protege del pecado, porque, orando, su mente se mantiene ocupada con Dios, y con un espíritu humilde se presenta ante la Faz del Señor, que es conocida para el alma que ora.

Desde luego, el principiante necesita de un guía, porque hasta que se le conceda la Gracia, el alma tendrá que luchar contra el enemigo y no podrá observar si este la tienta (al orar). Sólo aquel que haya gustado de la experiencia del Espíritu Santo puede discernir esto. En verdad, quien haya gustado del Espíritu Santo podrá reconocer la Gracia según su gusto.

Quien quiera deleitarse con la oración, pero sin tener un guía, imaginándose, ofuscado por su propio orgullo, que puede aprenderla por su cuenta a partir de los libros, sin buscar la orientación de un stárets (“anciano”), habrá caído en el engaño. Por el contrario, al humilde Dios lo ayudará y, aunque no encuentre un consejero experimentado, pero acuda a su padre espiritual, Dios lo protegerá por su humildad.

Tenemos que entender que en nuestro padre espiritual mora el Espíritu Santo, y que él nos dirá qué es lo que tenemos que hacer. Pero, si pensamos “Mi padre espiritual no lleva una forma de vida austera... ¿cómo podría, entonces, ser morada del Espíritu Santo?”, por consentir tales pensamientos sufriremos duramente y el Señor hará que nos humillemos para salir del engaño.

(Traducido de: Cuviosul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, 2000, p.60)