De la necesidad del discernimiento
Aunque a nosotros nos parezca que somos virtuosos, es posible que, de hecho, le estemos sirviendo al demonio, cultivando las pasiones.
El don del discernimiento es uno de los más raros de la Gracia del Espíritu Santo. San Juan Climaco reservó para este asunto un capítulo entero de su “Escalera al Paraíso”, explicándolo con una admirable claridad. “Del mismo modo en que, cuando extraemos agua del pozo, a veces terminamos sacando algún animal de esos que se llaman sapos, cuando obramos las virtudes, a menudo terminamos mezclando con ellas, inconscientemente, la práctica de alguna de nuestras pasiones. Por ejemplo: la gula se entreteje con la hospitalidad, el desenfreno con el amor, la perfidia con el buen juicio, la maldad con la agudeza de mente, y la pereza, la animadversión con la lengua, la desobediencia y una exagerada confianza en la justicia de nuestros actos, con la mansedumbre; la autoconfianza y la vanidad con el silencio; el orgullo con la alegría; la desidia con la esperanza; los celos con el amor; la indiferencia con la tranquilidad; la extrema rigurosidad con la castidad y el coraje desmesurado con la humildad”.
¡Cuánto discernimiento se necesita para poder distinguir las pasiones de las virtudes, especialmente las pasiones carnales de las espirituales! Aunque a nosotros nos parezca que somos virtuosos, es posible que, de hecho, le estemos sirviendo al demonio, cultivando las pasiones. Entonces, estemos atentos a los “sapos del pozo”, que usualmente aparecen por causa de la vanidad; esta pasión se opone férreamente a la obediencia y el cumplimiento de los mandatos divinos.
(Traducido de: Mitropolitul Hierotheos Vlachos, Psihoterapia ortodoxă: știința sfinților părinți, traducere de Irina Luminița Niculescu, Editura Învierea, Arhiepiscopia Timișoarei, 1998, p. 303)