Palabras de espiritualidad

De la oración y las tentaciones del cristiano

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

En verdad, las tentaciones persistirán todo el tiempo, pero no dentro del alma, sino fuera de ella. En el alma purificada por la oración ya no encuentrarán alimento para su maldad, y desterradas y debilitadas, dejarán de combatirnos como antes.

Cuando oramos, somos asaltados por tantas tentaciones, que nos parece que tenemos mucha más tranquilidad y sosiego cuando no oramos. Se trata de una antigua y conocida treta del maligno, que trata de insuflarnos la idea de que las cosas nos salen mal cuando oramos, y si no oramos, todo volverá a estar bien. ¡Gracias a Dios que el demonio no es muy inteligente que digamos, y que sus trampas no son difíciles de descubrir!

Cuando no oras, tu alma se ve tan clara como el agua de un lago. Pero es el agua de un lago lleno de cieno, que, en cuanto la revuelves, se enturbia. Del mismo modo, la oración remueve el alma y saca a la luz los males que la tientan. Luego, si perseveramos pacientemente en la oración, las tentaciones que nos acechan se van disipando y, poco a poco, arrancamos de raíz los malos pensamientos que brotan de nuestro interior.

Pero, ¿de dónde vienen estas tentaciones? De los demonios. Entonces, si vienen de los demonios, ¿cómo puede purificarnos la oración, si su origen está fuera de nosotros? ¿Acaso es nuestra suerte tener que luchar todo el tiempo contra los demonios? En verdad, las tentaciones persistirán todo el tiempo, pero no dentro del alma, sino fuera de ella. En el alma purificada por la oración ya no encuentrarán alimento para su maldad, y desterradas y debilitadas, dejarán de combatirnos como antes. “Se obstinan en sus malos propósitos y esconden sus trampas con astucia, pensando: ¿Quién podrá verlos? Proyectan maldades y disimulan sus proyectos: su interior es un abismo impenetrable” (Salmos 63, 6-7). 

(Traducido de: Jean-Claude LarchetȚine candela inimii aprinsă. Învățătura părintelui Serghie, Ed. Sophia, București, 2007, p. 121)