Palabras de espiritualidad

De la servidumbre a la libertad

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Si nos volvemos a nuestro mundo interior, al mundo imperceptible del Reino de los Cielos, veremos que también allí hay luz y oscuridad, trampas y honduras, ladrones y fantasmas, flores de aroma agradable y malezas venenosas

¡Esta es la razón por la cual, fuera de Cristo, en la vida llena de pecados y de vicios, nos sentimos encadenados y esclavizados! Por ejemplo, nuestros ojos, que fueron hechos por Dios para que vieran la luz, para admirar las bellezas de la naturaleza, se sienten duramente sometidos cuando se hallan en una noche oscura. Y no sólo están sometidos a la servidumbre, sino que además, debido a la oscuridad, el entero cuerpo humano enfrenta diferentes sufrimientos y golpes. Si sale a caminar cuando es de noche, el hombre tropezará constantemente con las piedras y caerá, probablemente, en incontables zurcos. Y si su caminata nocturna es una larga, podría ser asaltado e incluso asesinado por los ladrones. Y si, siendo de noche, está en casa, entre penumbras, cualquier sombra le parecerá un fantasma y cualquier crujido lo asustará, como si se aproximara algún enemigo para quitarle la vida. En cambio, ¡Cuánta alegría para los ojos del hombre, entonces cuando la oscuridad se desvanece y aparece la luz del sol! En esos momentos el hombre se siente pleno. Sólo entonces sus ojos sienten que han pasado de la esclavitud a la libertad. Entonces el hombre camina animosamente, sin tropezarse o caer. Cuando hay luz, los ladrones permanecen escondidos y no se atreven a acercársele, mientras que las sombras y murmullos aparecen en su forma natural, sin asustarlo. ¿Quién podría afirmar que, a plena luz del día, los ojos son esclavos de la oscuridad?

Lo mismo sucede con nuestra alma, cuando es iluminada por Cristo. Porque si nos volvemos a nuestro mundo interior, al mundo imperceptible del Reino de los Cielos, veremos que también allí hay luz y oscuridad, trampas y honduras, ladrones y fantasmas, flores de aroma agradable y malezas venenosas. Cuando Cristo-Sol está con nosotros, todo parece claro y los malhechores se esconden. Sólo entonces el ojo de nuestra alma se libera de la esclavitud de la oscuridad, porque, dice el Señor, “si el ojo es puro, el cuerpo entero es luminoso”.

(Traducido de: Arhimandrit Paulin Lecca, Adevăr și Pace, Tratat teologic, Editura Bizantină, București, 2003, pp. 125-126)



 

Leer otros artículos sobre el tema: