Palabras de espiritualidad

De las enseñanzas del stárets Leoncio del Monte Athos

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Empezó a repetirse en su interior: “¡Bien, Leoncio, llegó el momento de demostrar para qué te has estado preparando!”. Su fe en la Madre del Señor nunca le abandonó. Confiaba en que ella le daría las fuerzas suficientes para que su paciencia no se terminara antes de que el otro dejara de golpearle.

Padre, a pesar de que comemos, bebemos y dormimos lo suficiente, nuestras fuerzas son limitadas.

—Si no le dan al cuerpo lo que necesita, verán cómo sus fuerzas disminuyen aún más. El venerable Paisos el Grande vio una vez a un hermano que, luego de dos días de ayuno, estaba tan debilitado que ni siquiera podía erguirse desde el suelo. San Paisos se sorprendió, porque recientemente él mismo habia ayunado por sesenta días, sin comer nada, y sin perder sus fuerzas. Entonces se le mostró el Señor, y le dijo: “¡Detén tus pensamientos! Recuerda que tú ayunaste con el auxilio de Mi Gracia, en tanto que tu hermano lo hizo con sus propias fuerzas y con gran sacrificio”. “¿Y qué clase de recompensa recibirá?”, le preguntó San Paisos. “¡La misma que tú!”, le respondió el Señor.

También aquí, en nuestra ermita, hay monjes que ayunan por dos o tres días, incluso durante una semana entera, ¡pero siempre con la ayuda de la Gracia!

Como dice San Antonio, “Si quieres poner a prueba a alguien con reputación de hombre espiritual, humíllalo y denígralo. Si se muestra paciente, es que en realidad es un avanzado en la virtud; de lo contrario, es que carece de lo espiritual. Cuando alguien te humilla y tú le sigues amando, estás en el camino de Dios”.

***

Cuando, por alguna necesidad urgente, el stárets tenía que ir a la ermita, o al monasterio, o a cualquier otro lugar, antes de partir de su celda hacía algunas postraciones ante el ícono de la Madre del Señor, para poder soportar, sin perturbarse, todo lo pudiera ocurrirle. Aún más, decía que, si le falta la preparación adecuada, el monje no debe abandonar su celda.

Él mismo partió una vez hacia Caria, para visitar a un conocido suyo, un monje búlgaro, quien le recibió con mucho cariño. Sin embargo, debido a que tenía muchas cosas que hacer en aquel momento, este le pidió al stárets que se fuera a descansar un poco a las habitaciones para húespedes. Así lo hizo el stárets. Al entrar en la casa de huéspedes (arhondariki), siguiendo la costumbre, hizo una icnlinación y exclamó:

—¡Bendecid!

En ese momento, un monje que estaba allí se levantó y se puso a insultarlo con toda clase de improperios. Asombrado, el stárets solamente respondió:

—¡Así es, padre, tiene usted razón!

Furioso, el monje se puso a buscar algún objeto contundente, como un garrote, para golpear al anciano . Al no hallar nada semejante en la casa de húespedes, corrió afuera para ver qué encontraba. El stárets se quedó esperándolo y, acercándose a un ícono de la Madre del Señor, comenzó a orar. Después, empezó a repetirse en su interior: “¡Bien, Leoncio, llegó el momento de demostrar para qué te has estado preparando!”. Su fe en la Madre del Señor nunca le abandonó. Confiaba en que ella le daría las fuerzas suficientes para que su paciencia no se terminara antes de que el otro dejara de golpearle.

En ese momento, el colérico monje entró impetuosamente en el salón. Justo cuando el padre Leoncio esperaba que el otro se le echara encima y comenzara a golpearle, lo que ocurrió fue que el monje se arrojó a sus pies y empezó a pedirle perdón con gran fervor. Después, le dijo que le había confundido con otra persona —que se parecía muchísimo al stárets—, quien le había ocasionado incontables disgustos algunos años atrás. Y se dio cuenta de que todo era una confusión, cuando, al salir a buscar un garrote, se encontró con el anfitrión del padre, el búlgaro, quien le preguntó si había visto al stárets. Fue entonces cuando cayó en cuenta de su error y volvió corriendo a pedir perdón.

Viendo el sincero arrepentimiento y la humildad del otro, el stárets dijo:

—¡Que Dios te perdone! Ahora harás un pequeño canon de cien postraciones ante el ícono Madre del Señor.

El otro comenzó a hacerlas inmediatamente. Entonces, el stárets, admirado por la contrición y el denuedo del arrepentido monje, dijo:

—¡Está bien! ¡Es suficiente, puedes detenerte ya!

(Traducido de: Antonie IeromonahulCuvioşi Părinţi Athoniţi ai veacului al nouăsprezecelea, Sfânta Mănăstire Nera, Editura Christiana)