Palabras de espiritualidad

De libros y bibliotecas...

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

Antes de leer cualquier libro de este mundo, porque así nos lo enseñaron nuestros antepasados, es absolutamente necesario dirigir tus pasos a la iglesia, en donde escucharás la palabra evangélica y apostólica.

«Al entrar a la casa de cualquier persona, siempre me gusta ver su biblioteca. Mi alegría siempre ha sido muy grande al ver las extensas bibliotecas de los sacerdotes y, no pocas veces, examinándolas, he elegido algún título de esos que, para sorpresa mía, se hallaban ahí en dos o tres ejemplares. Recuerdo que una vez, al tomar uno de aquellos volúmenes, el sacerdote inmediatamente me invitó a llevármelo a casa. “¡No, solamente lo quiero prestado, padre!”, respondí yo. “¡No, tómelo, que para eso tengo varios ejemplares!”. Y me contó, con el rostro lleno de felicidad, que cuando compraba algún libro bueno, nunca olvidaba llevarse más ejemplares, para poder obsequiarlos posteriormente.

Nunca en mi vida he robado un libro, pero sí que los he prestado, aunque más de alguna vez se me haya olvidado devolverlos. No creo que exista alguien en este mundo que no se alegre cuando recibe un libro. o cuando, habiéndolo prestado, recibe la invitación a quedárselo. Muchas veces he intentado hacer lo mismo, para experimentar ese gozo tan excelso, podría decir, sin temor a ser juzgado con severidad. No sé, pero creo que ocurre algo especial. Regalar un libro, especialmente un libro bueno, escribiéndole una dedicatoria, me parece que es el obsequio más valioso y más útil. Es una suerte de actividad con tres participantes: el que da, el que recibe y el que es obsequiado. ¡Es como un coloquio místico entre tres! ¡Una comunicación y una comunión de amor! El autor del libro viene a alegrar a los otros dos que se aprecian; así es como tiene lugar una forma de oración en el espíritu, despertando cierto regocijo y paz en el corazón, un sentimiento que no puede olvidarse por mucho tiempo.

Cuando voy a la librería y veo decenas y cientos de títulos en los anaqueles, mi primer pensamiento es que quisiera tener un saco gigante para poner todos los libros que mi espalda pudiera cargar. Ciertamente, nunca he podido hacerlo, y por eso siempre salgo con el corazón conmovido, eligiendo solamente algunos pocos títulos. Siempre me han fascinado las bibliotecas. Conocí la enorme biblioteca del Metropolitano Antonio de Transilvania, en Sibiu, que actualmente puede ser visitada en Sâmbăta de Sus, monasterio que reconstruyó señorialmente en tiempos de la persecución atea. Este que te escribe, un amante de la lectura y la escritura, podría servirte de inspiración, especialmente para que empieces a leer a los místicos. Pero, antes de leer cualquier libro de este mundo, porque así nos lo enseñaron nuestros antepasados, es absolutamente necesario dirigir tus pasos a la iglesia, en donde escucharás la palabra evangélica y apostólica, es decir, la lectura del Santo Evangelio y del Apóstol del día, además de la vida de los santos».

(Traducido de: Calinic Episcopul Argeșului, Veșnicia de zi cu zi, Editura Epicopiei Argeșului și Muscelului)

 

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