De los deberes del monje y el perjuicio de la desidia
En donde hay paz y amor, allí está Dios. Si tienes paz y amor para con los demás, Dios está contigo.
La más importante oblación es la de la noche. Todo el día repetimos el tropario “He aquí que viene el Novio a la medianoche”, pero ¿ponemos en práctica lo que leemos?
En donde hay paz y amor, allí está Dios. Si tienes paz y amor para con los demás, Dios está contigo.
Sobre la regla monacal: “Debes cumplir primero con tu canon, con presteza o más despacio, más atento o más disperso, que Dios verá tu esfuerzo y te mostrará Su misericordia. Lo importante es cumplir con tu responsabilidad”.
Estando en la iglesia, repitamos siempre: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros!”, porque es una oración comunitaria. Que nuestros oídos y nuestras mentes se concentren en lo que se está leyendo, y que nuestros labios repitan: “Señor Jesucristo...”.
La desidia es un gran pecado, una pasión muy grave. La pereza es un pecado mortal, sea lo que sea que hagamos: al orar, al glorificar a Dios, o al trabajar. En lo que respecta a las horas de sueño, los Santos Padres dicen que al monje le basta con dormir cuatro o cinco horas. Luego, si dormimos, comemos y hablamos como lo hacen los laicos, es que ya no somos monjes.
(Traducido de: Stareţul Dionisie – Duhovnicul de la Sfântul Munte Athos, Editura Prodromos, 2009, p. 296)