De por qué debemos cuidar el estado de nuestra alma
Hay personas que en su interior tienen un alma viva, y otras que lo que tienen es un alma muerta.
El cuerpo vive, si es habitado por el alma. Y el alma vive, si es habitada por Dios. Así pues, hay personas que en su interior tienen un alma viva, y otras que lo que tienen es un alma muerta (Apocalipsis).
El estado del alma, después de morir, es la continuación de su estado terrenal, sea de vida, o de muerte.
Quien haya resucitado en su alma el agradecimiento y el amor a Dios, mientras aún le quedaba vida, habrá resucitado para la eternidad. Al contrario, quien los haya ahogado en su alma, y la muerte le sorprenda en tal estado, habrá muerto para la eternidad. ¿Por qué? Por haber asesinado el Reino de Dios que había en su interior, sustituyéndolo por el reino de los tormentos eternos, en el cual ha entrado a desde esta vida terrenal.
Engañada por la convivencia con lo instintivo del cuerpo, el alma tendrá que soportar los tormentos de ese intercambio de roles, justo después de apartarse de la esclavitud a la que su herramienta le ha sometido.
Cualquier acto del cuerpo ha sido primero un acto del alma. La materialización del desenfreno, por ejemplo, ha sido antes una caída en el espíritu. En el espíritu se hallan la inclinación y la caída. Y esto tiene su origen en la convivencia con el cuerpo, en el cual ha venido a morar el maligno y lo atormenta con los apetitos. Pero el maligno no puede hacer nada sin el consentimiento del alma. Esa aceptación ensucia la faz del alma, y la va haciendo cada vez más impura, por causa de esos apetitos que son contrarios a su esencia.
(Traducido de: Părintele Arsenie Boca - Mare îndrumător de suflete din secolul XX, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2002, pp. 168-169)