¿Debemos dejar que el niño haga todo lo que quiera?
Actualmente encontramos por todas partes esa misma idea, según la cual los hijos no deben ser castigados por ningún motivo y que no debe decírseles “no”, aunque hayan sobrepasado cualquier límite. El padre que se atreve a hacer esto es considerado un monstruo. En consecuencia, el niño no sólo se vuelve egoísta, sino también inhumano. Semejante niño jamás podrá tomar en cuenta lo que piensen o digan los demás, porque sus mecanismos de control psíquico están dañados desde el mismo comienzo.
Actualmente hay niños que, con tan sólo un año de vida, son capaces de romperlo todo. Es normal que los niños pequeños rompan o descompongan cosas y por eso es que debemos poner fuera de su alcance todo objeto importante que pueda destruir. Pero los padres —aparentemente bajo la influencia de los psicólogos contemporáneos —consideran que el pequeño simplemente atraviesa una “fase destructiva en su desarrollo”. ¿Tengo yo un problema y tal comportamiento es normal...?
—¡Por supuesto que no! Esto es consecuencia de la pedagogía moderna, que le permite todo al niño. Tradicionalmente, en todas las culturas existía la jerarquía “adulto-niño”. Posteriormente, bajo la influencia del liberalismo, se proclamó que el niño es igual al adulto; incluso, la autodenominada “pedagogía de la libertad” sostiene que el niño es más grande, más importante que el adulto. Y, desde luego, en un sistema semejante de ideas, es evidente que el niño puede hacer lo que quiera.
Actualmente encontramos por todas partes esa misma idea, según la cual los hijos no deben ser castigados por ningún motivo y que no debe decírseles “no”, aunque hayan sobrepasado cualquier límite. El padre que se atreve a hacer esto es considerado un monstruo. En consecuencia, el niño no sólo se vuelve egoísta, sino también inhumano. Semejante niño jamás podrá tomar en cuenta lo que piensen o digan los demás, porque sus mecanismos de control psíquico están dañados desde el mismo comienzo.
La educación no consiste tan sólo en elevar el nivel intelectual del niño, sino también su socialización, con todo y los serios factores normativos que esto implica. Si el adulto se comporta inadecuadamente, todos se alejan de él, lo marginan. Tal regla funciona estrictamente en cualquier medio social. Así, si a un niño de un año de edad se le permite abofetear a su abuela, se está dando el primer paso hacia los futuros problemas de socialización que le tocará enfrentar.
(Traducido de: Educarea copilului: sfaturi ale duhovnicilor și psihologilor ortodocși, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, București, Editura Sophia, 2013, pp. 113-114)