Decálogo para el ayuno
Este es el llamado: ¡que nuestro ayuno sea útil! Haz del día en que comulgas del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, la más feliz de las fiestas de tu vida, viviendo la alegría de la Resurrección.
• No guardes odio, enemistad o envidia. Ármate de valor y reconcíliate con todos, sobre todo con quienes has ofendido. Perdona de todo corazón a los que te agraviaron, para que también Dios te perdone.
• Confiésate lo antes posible con tu padre espiritual. Y no cambies de confesor. Descúbrele todos tus errores y maldades, todos tus pensamientos y malas intenciones.
• No riñas con nadie, no maldigas, no insultes. El que hace esto se asemeja a los que escupieron al rostro de nuestro Señor Jesucristo, durante Su Pasión.
• Ora con humildad cada día, por la mañana, por la noche y cuantas veces puedas. Ora por el bien de tus enemigos, cumpliendo así con el mandato divino, y Dios te dará paz en el alma, alegría y entendimiento espiritual.
• Practica la caridad, de acuerdo a tus posibilidades, para que Cristo también se apiade de ti. Ayuda a húerfanos, viudas, pobres, familias necesitadas o numerosas, sin juzgar a nadie por sus carencias.
• Ayuda al que ha perdido la fe a que vuelva a ella, aconsejándolo, obsequiándole un libro espiritual, una veladora o un ícono.
• Visita enfermos, a alguna persona que esté sufriendo o a quienes no son capaces de valerse por sí mismos. Alíviales el dolor y podrás escuchar también tú, en el Juicio Final, el llamado del Señor para heredar el Reino de los Cielos.
• Ora y practica la misericordia en memoria de tus difuntos, de acuerdo a las disposiciones de la Iglesia, como forma de agradecimiento y conmemoración.
• Ten cuidado en no envanecerte con tu ayuno y con ninguna de tus buenas acciones; más bien, repite cada día aquellas palabras evangélicas: “Somos servidores que no hacíamos falta, hemos hecho lo que era nuestro deber. ” (Lucas 17, 10).
• Ayuna por haber pecado, para no pecar más, para recibir los dones del Espíritu Santo y para saber conservar lo que se te ha dado.
Este es el llamado: ¡que nuestro ayuno sea útil! Haz del día en que comulgas del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, la más feliz de las fiestas de tu vida, viviendo la alegría de la Resurrección.
(Traducido de: Părintele Nicolae Tănase, Să nu-L răstignim iarăşi pe Hristos, Editura Agaton, Făgăraș, 2011, pp. 122-124)