¡Dejemos que entre la luz!
Nosotros nos quedamos allí, nos atormentamos con nuestros pecados, hurgamos en ellos, les damos vuelta y los estudiamos una y otra vez, sufrimos… ¡como si estuviera en nuesras manos librarnos de ellos! ¡Pero si la solución es simple!
Decía uno de los Santos Padres… el mismísimo abbá Porfirio: “¿Por qué te afanas en echar la oscuridad de tu habitación? ¡Haz un agujerito en la pared y deja que entre la luz! ¡La oscuridad se irá sola! ¡O, simplemente abre la ventana!”. Bien, nosotros nos quedamos allí, nos atormentamos con nuestros pecados, hurgamos en ellos, les damos vuelta y los estudiamos una y otra vez, sufrimos… ¡como si estuviera en nuesras manos librarnos de ellos! ¡Pero si la solución es simple! Ya lo dice el padre Porfirio: ¡abre una puertecita para que entre la Luz Divina, y la oscuridad, y el sufrimiento se irán solos! Esta puertecita es un buen pensamiento, un pensamiento luminoso que debemos cultivar sobre nuestro prójimo, sobre Dios.
(Traducido de: Ieromonahul Savatie Baștovoi, A iubi înseamnă a ierta, Editura Cathisma, București, 2010, p. 28)