Del don de la Divina Liturgia y la fuerza de las promesas que hacemos a Dios
Un día cualquiera, mientras trabajaba, una mano invisible le dio una fuerte bofetada. Esto lo hizo espabilar y entender lo que había hecho.
Hay muchos hieromonjes que, gracias a su virtud y al don divino que han recibido, desearían oficiar la Divina Liturgia cada día, si fuera posible. Tal es el caso del padre Gedeón de Kafsokalivia, quien llegaba a celebrar hasta cuarenta liturgias seguidas. Cuando visitó el Santo Monte Athos por primera vez, contratado como obrero de la construcción, prometió hacerse monje. Sin embargo, un tiempo después, regresó a su pueblo de origen, sin cumplir lo que había prometido. Entonces, un día cualquiera, mientras trabajaba, una mano invisible le dio una fuerte bofetada. Esto lo hizo espabilar y entender lo que había hecho. Así, se encaminó nuevamente al Santo Monte Athos, esta vez dejando atrás su vida de laico, y con los años llegó a ser un conocido asceta de la celda de San Acacio.
(Traducido de: Arhimandritul Ioannikios, Patericul atonit, traducere de Anca Dobrin și Maria Ciobanu, Editura Bunavestire, Bacău, 2000, p. 193)