Palabras de espiritualidad

Dios en el interior del hombre

  • Foto: Doxologia

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¡Dichosos de nosotros, porque, habiendo sido bautizados y crismados, tenemos al Espíritu Santo en nuestro interior! No necesitamos sino apartarnos un poco de nuestros sentidos y de nuestra mentalidad más superficial, para encontrarnos de frente con Dios.

Te pido que seas honesto con tu propia alma, y te digas a ti mismo: «¡Voy a intentarlo! A ver qué pasa… ¿Y si es cierto? Porque eso es lo que dice Dios Mismo: “Ven y verás”. ¡Sí, iré! ¿A dónde? Ahí donde está Él: la iglesia, en la Iglesia. ¿Qué haré ahí? No iré a examinar el comportamiento del sacerdote, ni el proceder de la madre Siluana, o lo que hacen las ancianitas que vienen a la Liturgia, sino que iré a observar lo que hacen las personas que creen que Dios existe. Y eso mismo haré yo. ¿Y si tengo que cumplir con algunos mandamientos? ¡Los cumpliré! ¿Y si tengo que hacer determinados gestos? ¡Claro que los haré! Y, en todo lo que haga, diré desde el fondo de mi alma:¡Señor, todo esto lo hago para conocerte, para encontrarte a Ti!”».

Y puedes darte un plazo. Yo me di un término de un año, pero no hizo falta cumplirlo, porque encontré a Dios antes de lo esperado. Insisto, tienes que ser honesto contigo mismo, con tu alma, y así sabrás qué es lo que tienes que hacer. En nuestro interior subyace un conocimiento que, si observamos atentamente, lo podemos encontrar con facilidad. Y si lo obedecemos, llegaremos a Dios, porque Dios está en nuestro interior. ¡Dichosos de nosotros, porque, habiendo sido bautizados y crismados, tenemos al Espíritu Santo en nuestro interior! No necesitamos sino apartarnos un poco de nuestros sentidos y de nuestra mentalidad más superficial, para encontrarnos de frente con Dios.

Nuestro subconsciente es cristiano. Todos tenemos una delgada corteza de subconsciente compuesta de rechazos y heridas psíquicas. Justo debajo está nuestro subconsciente cristiano. Hay un ejemplo muy claro de esto que te estoy diciendo: ¿has visto lo que pasa con cualquiera de esos ateos recalcitrantes que te rodean, cuando la tierra comienza a temblar? ¡Con cuánto fervor se persigna! Puede que tú lo hagas a toda prisa, pero él… “¡Protégeme, Señor!”. “¿Cuál ‘Señor’?”, le preguntas. “¡No me hagas caso, fueron simples balbuceos provocados por el temor!”, te responde después, ruborizado. ¿Por qué? Porque el temor lo hizo volver a su propio interior, ahí en donde es un verdadero creyente.

(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Deschide Cerul cu lucrul mărunt, Editura Doxologia, Iași, 2013, pp. 102-104)